domingo, 10 de abril de 2011

Acerca de la existencia, dentro de sí, de los animales. El Individuo.


Al respecto, principalmente, tenemos dos opciones:


O podemos decir como Descartes, o sus seguidores (aunque creo lo afirmó y afirmaron, espero, por congraciarse con la Iglesia afirmando que solo nosotros tenemos alma):

“En los tiempos modernos, el problema de diferenciar a los humanos de los animales ha inspirado algunas soluciones radicales. Según Descartes, los animales se asemejan a maquinas, si bien en toda maquina humana hay un alma. Sus seguidores fueron más allá: el alarido de un perro apaleado no representa una prueba mayor de dolor que el sonido de un órgano al pulsar las teclas.” *

* FERNÁNDEZ-ARMESTO, Felipe, Breve historia de la humanidad, Un apasionante viaje por la evolución del género humano, Barcelona, Ed. Ediciones B, 2005.

O podemos decir como Bataille:

“Sin embargo hay que estar prevenido contra la costumbre de mirar únicamente desde afuera a seres ínfimos; contra la costumbre de mirarlos como cosas que no existen adentro. Pero ocurre lo mismo con un perro y también con un insecto o un ser más pequeño. Por simple que sea un ser, no hay un umbral a partir del cual aparece la existencia adentro.”

“… es diferente el sentimiento de sí, a la conciencia de sí” *

* BATAILLE, GEORGES. El erotismo, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960. L’ erotisme, trad. de María Luisa Bastos.

Así, me parece, no debemos confundir la consciencia con existencia, por el hecho que nos reconozcamos a nosotros mismos (en un espejo), o nos nombremos e individualicemos, no quiere decir que otros seres, diferentes al humano, no posean una existencia individual.

“Si entra en el ciclo de las acciones útiles como medio, no como fin, el animal es reducido a cosa. Pero esta reducción es la negación de lo que, a pesa de todo, es; el animal es una cosa únicamente en la medida en que el hombre puede negarlo. Si careciéramos de ese poder, si no estuviéramos en condiciones de obrar como si el animal fuera una cosa (si un tigre nos derribase), el animal no sería una cosa en sí mismo: no sería un puro objeto: sería un sujeto que tendría por sí mismo una verdad interna.” *

BATAILLE, GEORGES. El erotismo, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960. L’ erotisme, trad. de María Luisa Bastos.

Así, cuando el domador entra en la jaula, creyendo bajo control al individuo felino, lo cree cosa, sin embargo, si este último logra desencadenar sus deseos, para el domador vigorosamente el león vuelve a adquirir la condición de individuo y no de cosa. De la misma manera sucede entre nosotros, cuando logramos reducir a la utilidad a otros humanos, los cosificamos, para el general, desde la comandancia, sus soldados no son individuos, son cosas, recursos, se cuentan por millares y no se habla de tal o cual soldado.

Es decir, ello solo ocurre, la cosificación de los animales, por la posibilidad que el humano tiene, gracias a su inmenso poder sobre otras especies, de volverlas cosas, incluso, como ya lo señalábamos, siguiendo a Fernández-Armesto de nuevo, entre los humanos también nos cosificamos y por mucho tiempo excluimos a otros seres humanos de la existencia interior, de la individualidad y de la posesión de un alma:

“Aun así, el actual es un concepto reciente [el de humanidad]: la mayoría de la gente de la mayoría de las sociedades a lo largo de la mayor parte de la historia se habría quedado atónita ante una categoría tan universal. De hecho, a muchas personas les habría costado comprender la palabra humano o encontrar alguna equivalencia en sus idiomas respectivos, salvo como un modo de designar a los miembros de su propio grupo. Para ellas, los intrusos pertenecían a alguna otra clase, como las bestias y los demonios.” *

* FERNÁNDEZ-ARMESTO, Felipe, Breve historia de la humanidad, Un apasionante viaje por la evolución del género humano, Barcelona, Ed. Ediciones B, 2005.

Debemos pues cuidarnos de las reducciones ligeras que hacemos por intentar explicar lo que observamos, no se puede decir, reducir, el acto sexual suicida de algunas especies a través de explicarnos que se debe al cuidado de la especie, con ello olvidamos groseramente la perdida para sí que significa el acto para el animal que lo realiza:

“… El caso extremo en que el acto sexual provoca la muerte del animal… Únicamente en forma deliberada seria posible desconocer la muerte para sí del animal; y me parece que atribuyendo su muerte al cuidado de la especie, el pensamiento humano simplifica gruesamente la conducta del macho en el momento del vuelo nupcial.”

“Hablar de intenciones de la naturaleza no deja de ser absurdo, sobre todo porque los movimientos inevitables en que la vida derrocha su sustancia nunca son sencillamente tales. En el momento mismo en que se prodiga sin limitación, la vida da una finalidad aparentemente contraria a esas perdidas que asegura con tanto fervor. No se abandona a derroches excesivos de energía sino en la medida en que tiende hacia un acrecentamiento. Se trate de la planta o del animal, el lujo de las flores o el apareamiento puede no ser el lujo que parece. Se da una apariencia de finalidad. Sin duda, el brillo de las flores o de los animales tiene poca utilidad en el plano de la función a la que nuestra inteligencia lo refiere, burdamente. Se diría que se trata de una inmensa superchería. Como si, partiendo del tema de la reproducción se liberase una marea desordenada, irremediable. Por ciega que nos parezca su marcha, la vida, sin un pretexto no podría dar libre curso a la fiesta que lleva en ella. Como si el desborde inmenso tuviese necesidad de un coartada.”

* BATAILLE, GEORGES. El erotismo, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960. L’ erotisme, trad. de María Luisa Bastos.

No se puede pues, so pretexto de la consciencia que nos identifica como humanos, que podemos distinguir en otros similares a nosotros y por eso nos resulta agradable, por ser igual, so pretexto de que “pienso, luego existo” (en una acepción que se podría evocar de aquella afortunada frase), pensar que en otros seres, por ínfimos que sean, no se presenta una existencia adentro ni la individualidad, como seres vivos, todos, se podría decir, somos esencialmente lo mismo:

“Somos seres discontinuos, individuos que mueren aisladamente en una aventura ininteligible, pero tenemos nostalgia de la continuidad perdida. No podemos soportar la situación que nos amarra a la individualidad por azar, a la individualidad perecedera que somos.” *

* BATAILLE, GEORGES. El erotismo, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960. L’ erotisme, trad. de María Luisa Bastos.

De allí que (saliéndonos un poco del tema pero para mostrar un poco más al autor que nos ha acompañado en este artículo) el ser del amante significa para todos nosotros, en parte, la huida de la discontinuidad aislada de nuestro ser creyendo, equivocadamente, que a través de su posesión expandimos nuestra propia individualidad:

“El amante es el ser pleno, ilimitado, al que ya no limita la discontinuidad personal, la continuidad del ser percibida como una liberación a partir del ser del amante”

“la actividad sexual es un momento de crisis del aislamiento” *

* BATAILLE, GEORGES. El erotismo, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960. L’ erotisme, trad. de María Luisa Bastos.

El amor pues, el sentimiento de nosotros por ejemplo, en las sociedades, implica también esa búsqueda incesante por expandir la propia individualidad, en una carrera ciega por ser magnos creemos que el grupo es nosotros mismos y que somos tan grandes como nuestros grupos:

“El cristianismo nunca abandono la esperanza de reducir al fin este mundo de la discontinuidad egoísta al reino de la continuidad que abarca el amor” *

* BATAILLE, GEORGES. El erotismo, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960. L’ erotisme, trad. de María Luisa Bastos.

En fin, no podemos negar la individualidad, el sentimiento de sí, que todos los seres pueden tener y evidentemente tienen, no hay un umbral de inteligencia desde donde podamos decir que inicia la vida y la individualidad, en fin, solo las groseras reducciones humanas pueden reducir la vida a la consciencia sí, ignorando el sentimiento de sí que todos los seres tienen:

Un ejemplo de existencia adentro en un ser distinto a un humano:



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