sábado, 14 de mayo de 2011

El hombre: “El animal ladino”. El relato del verdugo de Bataille.


Como en el título de la obra de Nicolás Ramiro Rico, quisiéramos esta vez llamar su atención sobre una cuestión, a saber, la manipulación de sí, y de los escuchas, que se da a través del Lenguaje en el humano.


Para el hombre pues, al parecer, todo está justificado si se halla en la palabra. A través de la palabra el humano justifica todo lo que ve (aunque muchas de esas cosas no necesitan justificación, existirían a pesar del humano, pero el humano lo cree así, cree que necesitan ser dichas), y si algo no es dicho no existe.

De esta manera, incondicionados obtusos, groseros, toscos como los de la Justicia, no pueden ser tales, no se los puede gritar sino por la fuerza de dos razones: o por la violencia o por la astucia. Sin embargo, como la pequeña historia del verdugo de Bataille, aunque en realidad el humano despliega muchas veces la fuerza (su Justicia) sin razón, el humano por ser, por excelencia, un habitante del Lenguaje, no puede simplemente desplegar su fuerza sin ninguna justificación, todo debe estar dicho e incluido en la palabra, de allí pues que se acuse al humano, creo yo, de ser “El animal ladino”. La historia de Bataille es la siguiente:

“Por cierto es difícil encarar teóricamente este problema. Daré un ejemplo concreto. Recuerdo que una vez leí un relato de un prisionero de un campo de concentración que me deprimió. Pero imaginé un relato de sentido contrario que hubiera podido hacer el verdugo a quien el testigo vio actuar. Imagine al miserable escribiendo y yo leyendo: ‘Me arroje sobre él injuriándolo y como tenía las manos atadas a la espalda y no podía responder, inmediatamente le di unos puñetazos en la cara, cayó, mis tacos concluyeron la tarea; asqueado, escupí sobre la cara tumefacta. No pude dejar de reírme a carcajadas ¡acababa de insultar a un muerto!’.

Desgraciadamente el aspecto forzado de estas líneas no se debe a la inverosimilitud… [sino porque] es improbable que un verdugo escriba de esta manera.”.

* BATAILLE, Georges. El erotismo, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960, p. 187. L’ erotisme, trad. de María Luisa Bastos.

Como dice pues el autor citado, desgraciadamente el aspecto forzado de este relato no se debe a la inverosimilitud (desgraciadamente, podríamos decir nosotros también), desgraciadamente porque ello nos ha confundido sin medida. No se debe a la inverosimilitud de los hechos, se debe a la necesidad inaplazable que tiene el humano de engañarse y de engañar a los demás, su violencia, su Justicia, ni para sí ni para los otros, puede ser fruto de pasiones o violencia sin razón, todos sus actos deben estar justificados, acogidos por la palabra, el carácter forzado del relato no es fruto de la inverosimilitud de los hechos, sino de la necesidad que siente el mismo verdugo de justificarse ante sí y ante la audiencia, lo que hace imposible que alguien hable así de sí mismo.

Por ello pues es que hoy recordamos al humano como el animal ladino, sus interpretaciones fuerzan al mundo muchas veces, hasta que calce con la propia realidad, y el humano, inteligente por naturaleza, no  parece importarle mucho esta situación, incluso en los métodos de averiguación de la verdad (el Método Científico por ejemplo), no se parte por el principio y se analiza las profundas limitaciones que el mismo humano significa para ésta averiguación.

En fin, las maneras del humano de justificarse, a pesar de aparecer infantiles si se les mira fríamente, por su efectividad a la hora de argumentar o abogar por sus actos en frente de todos y en frente de sí, es que nos hace recordar, sino es que de manera irónica, a nuestro animal humano como el animal ladino.


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